viernes, 22 de marzo de 2013

Como un queso





Hay cosas que no necesitan explicación, pero como soy seguidillo para algunas cosas, insisto. Hacer queso es como una alquimia, es sentirte mago por el mero hecho de esperar a ver que ocurre. Sólo se necesitan los ingredientes adecuados, el entorno preparado y el espíritu más que positivo idóneo. Bueno pues como lo tenía todo, una vez más me puse a hacer cosas de las que me gustan, bueno que nos gustan, porque aquí un queso dura lo que un caramelo en la puerta de un colegio.

Es verdad que hay cosas que no se cuentan, se hacen y punto, pero aparte ("foraparte" que se decía antes) de decir siempre la verdad, me gusta contar las cosas como son. Así que, para que decir que he comprado leche del supermercado, la he hervido y con un liquidito de la farmacia hemos hecho un queso, que eso no es. En fin, a lo que vamos, me he traído leche de la sierra recién ordeñada y con cuajo de un chivo, queso que te crió. Al parecer esto está más perseguido que El Lute en sus buenos tiempos, pero si antes se decía que de puertas para adentro todo son camas, yo digo que de puertas para dentro hago lo que me da la gana y en la calle lo intento.





Ya sabeis la mayoría como pienso, pero por si queda duda me explico, no puedo comprender el empeño persecutorio de las administraciones en general por acabar con todo lo que se hizo desde milenios. Si ya los muy antiguos se dieron cuenta que al transportar la leche en los estómagos de los terneros la leche se cuajaba y adoptaba una textura diferente con sabor agradable y así hasta hace nada, vamos hasta hace un rato que he acabado el queso, porque tenemos que romper con todo. No hay nada como unas buenas fiebres malta en familia, ya solo nos podemos morir de cáncer, en las carreteras o tirándonos por un balcón si no podemos pagar la hipoteca, pero hacer queso con leche cruda ni se nos ocurra y echarle cuajo de chivo una tropelía.






Bueno, me reconduzco al queso que me caliento y pierdo el norte. Para mi el queso es magia, es como una esencia de la vida, no sólo por su sabor y su olor sino por lo que implica en si mismo. El ganado en el monte, las personas que lo cuidan, el entorno, el bagaje cultural y lo ancestral de su tradición así como la sabiduría en torno a las cosas sencillas.







Yo aprendí de los que saben, no menosprecio con esto a todas aquéllas personas que hacen queso, todo lo contrario me apasionan y son muchos a los que conozco y admiro, pero si os quiero contar como es esto de aprender de los que saben. Para mi los que saben no enseñan nada y te lo dan todo. A día de hoy y con la legalidad, para hacer queso te apuntas a un curso y en quince días marchando quesos, sin la legalidad, te enganchas a google y tardas todavía menos, pero aprender de los que saben es otra cosa. Yo aprendí sin que nunca me dijeran como se hacía, pero todos los días me mostraban abiertamente su quehacer, sus conversaciones eran magistrales, su amor por el ganado y la sierra no tiene parangón con nada y es verdad que existen personas que están en claro peligro de extinción. No tengo duda de que tendremos Lince para rato o Pinsapo Abies para siempre, pero estoy casi seguro que nos quedaremos sin todos aquellos que han hecho posible que esto haya llegado a nosotros. Nadie es eterno, lo sé, pero los saberes de siempre debieran de apoyarse y eso empieza haciéndolo con las personas y respetando lo que siempre hicieron.





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